martes, abril 24, 2018

Erich Hackl / Un entierro así...















Un entierro así
llegó a ser más divertido que una boda.
Sólo que durante la comida
no había música para bailar.
El muerto no racaneaba:
había sopa de albóndiga de hígado,
carne de vaca cocida con rábano picante
y de postre una tarta contundente.

Cerveza y aguardiente a voluntad.
Licos de huevos para las viejas.
Té con ron para los acatarrados.
café con leche para los niños.
Vino caliente para el señor cura.

El viejo Schinböck había dispuesto
que la banda de música de San Leonardo
tocase en su entierro
con una buena melopea.
Su último deseo se cumplió,
y resonó lastimosamente en los oídos.
Al aprendiz del zapatero de Rebuledt,
que tocaba el tambor grande,
se le escapó la baqueta durante el desfile,
salió volando en círculos
y se ahogó en la charca de apagar incendios.

El viejo Schinböck no había caído
en que los que llevaban el féretro
también formaban parte de la banda.

Erich Hackl (Steyr, Austria, 1954), Este libro es de mi madre, Papeles Mínimos, Madrid, 2016
Traducción de Pilar Montilla y Manuel Lara
Envío de Jonio González

Foto: ORF/Úrsula Hummel-Berger

Ref.:
El País
ABC
Dossier

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