jueves, junio 08, 2017

Richard Wilbur / Bestias














Las bestias en toda su libertad
duermen en paz esta noche. La gaviota en su cornisa
sueña en sus entrañas con las olas que allí abajo la luna puntea
y el pez mola descansa sobre una roca, adormecido
por el agua que canta.

Allí donde las inmaculadas patas
de los ciervos salpican con dulzura, y a las que
el ratón destrozado, a salvo en la garra del búho, grita
armonía. Aquí no hay tal daño
y no hay tal oscuridad.

Mientras la misma luna observa
donde, distorsionada en el vidrio, asiste ahora
al doloroso cambio del hombre lobo. Sacando su cabeza
de la almohada sudorosa, trata de recordar
el ánimo de los hombres maduros,

pero descansa, como siempre,
deja que ocurra, el feroz pelaje suave en su rostro,
escuchando con oídos atentos los exaltados tonos menores del viento,
el pánico de las hojas, y la degradación
de los arroyos revueltos.

Mientras tanto, en las altas ventanas
lejos de los matorrales y de las pisadas sordas, los mejores candidatos
suspiran y dejan su trabajo para reconstruir la dolorosa
belleza del cielo, la luna clara
y el cazador despierto,

crear tales sueños para los hombres,
dichos así romperán sus corazones como siempre, llevando
monstruos a la ciudad, cuervos a las estatuas públicas,
naves para alimento de los peces en las oscuras
aguas desenfrenadas.

Richard Wilbur (Nueva York, Estados Unidos, 1921-Belmont, Estado Unidos, 2017) Collected Poems: 1943-2004, Harcourt Inc., San Diego, 2004
Versión de Silvia Camerotto

Foto: Commonweal Magazine


Beasts

Beasts in their major freedom
Slumber in peace tonight. The gull on his ledge
Dreams in the guts of himself the moon-plucked waves below,
And the sunfish leans on a stone, slept
By the lyric water,

In which the spotless feet
Of deer make dulcet splashes, and to which
The ripped mouse, safe in the owl’s talon, cries
Concordance. Here there is no such harm
And no such darkness.

As the selfsame moon observes
Where, warped in window-glass, it sponsors now
The werewolf’s painful change. Turning his head away
On the sweaty bolster, he tries to remember
The mood of manhood,

But lies at last, as always,
Letting it happen, the fierce fur soft to his face,
Hearing with sharper ears the wind’s exciting minors,
The leaves’ panic, and the degradation
Of the heavy streams.

Meantime, at high windows
Far from thicket and pad-fall, suitors of excellence
Sigh and turn from their work to construe again the painful
Beauty of heaven, the lucid moon
And the risen hunter,

Making such dreams for men
As told will break their hearts as always, bringing
Monsters into the city, crows on the public statues,
Navies fed to the fish in the dark
Unbridled waters.

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